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“Popi”, o Jorge González Pérez: Entre la medicina legal y el amor a Cuba (Parte I)

Si se habla de la búsqueda y hallazgo de los restos del Che, de la Operación Tributo, de calmar dolores…, hay que pensar en el Doctor en Ciencias Jorge González Pérez.

Tiene apuntes hechos y un archivo de imágenes de más de cinco años, de esas que él mismo, cámara en mano, fue tomando durante una misión que le marcó la vida.

“Si hubiese sido la era digital en Bolivia…”, dice en medio de una conversación que vuelve a desentrañar historias y anécdotas, e hilvana lo que ha sido una carrera extraordinaria dentro del campo de la salud.

Pero Popi –como cariñosamente le llaman desde que el niño que fue correteaba en su barrio de Jovellanos– busca todavía el tiempo para sentarse a narrar en primera persona tantas vivencias y entregárnoslas en un libro que agradeceríamos.

Popi tiene el arte de contar sin que ir al más pequeño de los detalles te haga perder el hilo, la esencia de las cosas. Y así, por más de dos horas, este matancero hace un recuento minucioso de momentos entrañables de su vida, que es, en más de un punto, la vida de Cuba.

Si se habla de la búsqueda y hallazgo de los restos del Che, de la Operación Tributo, de calmar dolores…, hay que pensar en el doctor en Ciencias Jorge González Pérez, paradigma de la medicina legal en Cuba, presidente de la sociedad cubana de esta especialidad desde 1990 hasta 2017, profesor, y cubano hasta a la médula.

***

Jorge lleva de segundo nombre Caridad. Sonríe mientras deja claro que eso solo “sale a relucir en el Parlamento”, haciendo alusión a los casi 25 años que lleva siendo diputado en la Asamblea Nacional del Poder Popular.

“Soy de una familia donde mi papá era un chofer de montacargas, y mi mamá, ama de casa. Los dos ya fallecieron. Soy de una familia humilde, de Jovellanos, Matanzas.

“En mi familia nació mi hermana, que me lleva un año y medio. Atrás vengo yo, pero fue un embarazo no esperado. Mi papá no quería que mi mamá tuviera el bebé, porque no había dinero en mi familia para sostenerlo. Entonces ella le imploró a la Caridad del Cobre, como creyente al final, que por favor mi papá entendiera, que no se hiciera la interrupción del embarazo que era lo que querían”, recuerda.

“Mi mamá dio a luz el 23 de abril de 1952, Día de San Jorge, por eso me llamo Jorge, pero como mi mamá tenía mucho que agradecerle a la Caridad del Cobre… llegó Caridad. Mi mamá me puso Jorge de la Caridad, pero en el registro civil de Jovellanos la registradora dijo que ‘ningún de la’, que ‘de la’ no existía… que era Jorge Caridad.

“Nací en Jovellanos y estudié en Jovellanos. Allí hice la primaria. Estudié en una escuela pública de hombres, hasta que después se hizo una escuela mixta de hombres y mujeres. Ahí mismo en Jovellanos, por suerte para mí, abrieron una secundaria básica y ahí estudié. Cuando estaba a punto de terminarla, tenía un dilema: mi hermana estaba en tercer año y yo en segundo, cuando ella lo terminó tenía que continuar estudios. En Jovellanos no había preuniversitario. Los existentes en Matanzas estaban en Cárdenas, Colón y en la propia ciudad de Matanzas.

“Entonces había que dar dos viajes. En mi casa no había dinero para eso. Mi abuelo vivía en Cárdenas y a mi hermana, como es la primera, la mandaron para casa de mi abuelo y allí empezó el pre. Atrás venía yo, pero no podía ir para casa de mi abuelo, porque era mucha carga para él. Lo que se impuso fue que me tuve que becar.

“En aquel momento a mi secundaria no asignaron becas de preuniversitario, lo que llegó fue una beca del pedagógico Varona y yo decidí –porque además había sido monitor, me gustaban mucho las clases– hacerlo”, cuenta Popi, y es en este punto que –nos dice–, su vida dio el primero de muchos giros.

“Estamos hablando de octubre de 1966. Ya tenía la beca del pedagógico Varona, casi listo para irme para allá, cuando vino el director de la escuela a mi casa. Le dijo a mi papá que vinieron dos becas de pre y que, por el escalafón, yo era el primero para obtenerla. Entonces vine para la Habana, a un preuniversitario que era semimilitar: el Carlos Marx, en Siboney. Lo que es hoy una escuela del Ministerio del Interior, Hermanos Martínez Tamayo.

“Un guajirito de Jovellanos en La Habana, donde me quedé. En ese pre tuve una formación tremenda, de mucha calidad, con unos profesores extraordinarios y mucha disciplina”, continúa González Pérez.

“En el pre todo el tiempo fui monitor de Matemáticas y Física. Para 1969, al terminar esta enseñanza lo que iba a continuar estudiando era licenciatura en Matemáticas. Después vino la tarea de que se quería desarrollar la física nuclear en Cuba y entonces di el paso al frente para hacerlo. Pero en el periodo de las vacaciones, mi cuñado estaba estudiando Medicina en primer año y yo fui a Victoria de Girón a ver la escuela con él. El impacto que me causó fue tan grande, que ahí, por primera vez, me incliné a estudiar Medicina”.

 “Aunque hasta ese momento yo era físico matemático, ahí cambié y dije ‘voy a hacer Medicina’. Me matriculé en diciembre de 1969 y comencé la carrera en una escuela al campo. O sea, me fui al plan cítrico en Jagüey Grande. Iniciamos la carrera así: recogiendo y sembrando naranjas. Ahí estuve ese periodo, retornamos a la escuela y comenzamos en el año 1970, en medio de la zafra del 70 y los diez millones de toneladas de azúcar…

“Hice mi carrera de Medicina primero en Victoria de Girón, y ahí empecé también mi vida de dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), primero en el instituto y después en la facultad. Ya en tercer año íbamos para el área clínica y comencé en el hospital Calixto García, donde tuve la oportunidad de tener eminencias, brillantes profesores. Si inicialmente yo no estaba muy inclinado a la medicina, me di cuenta de que la vocación es relativa, cuando te trazas un propósito.

“Tuve una vida plena desde el punto de vista académico, estudiantil, de integralidad, con muchas actividades de todo tipo. Por ejemplo, nosotros trabajamos descargando barcos en el puerto de La Habana, en la reconstrucción del estadio Latinoamericano cuando se hizo la remodelación… En cuanta tarea había, ahí estaba yo. Ahí me gané mi condición de militante de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

“Yo era dirigente de la FEU y estábamos terminando la carrera de Medicina, cuando llegó el momento de decidir qué especialidad estudiar. Desde que empecé en esta carrera, siempre quise hacer medicina interna, pero en aquel momento la dirección del país planteó lo que denominaron especialidades anémicas. Eran especialidades que nadie quería, estaban en crisis, no había casi profesores ni especialistas…

“Debíamos hacer un proceso con los jóvenes para decidir qué iba a estudiar cada cual y yo no me podía parar en un auditorio a convencer a la gente que tenía que hacer una cosa si yo era el primero que no daba el paso al frente. La medicina legal era una de las especialidades en crisis total. Incluso, en la universidad el promedio de edad de los profesores era de 72 años. Era necesaria una renovación del claustro de Medicina Legal de la universidad.

“A mí, la asignatura, felizmente, me interesaba. La recibí en tercer año y la repetí en quinto. Yo tenía una onda medio policíaca y medio de investigador, me di cuenta de que esa especialidad era atractiva. Cuando vi que casi nadie hacía la especialidad, dije: ‘Bueno, las cosas también hay que desarrollarlas, mientras menos gente haya, más campo de desarrollo tienes’.

“Efectivamente, me decidí a hacer la especialidad, pero como yo era dirigente de la FEU y era un cuadro que estaba en desarrollo, la dirección de la universidad se me acercó y me planteó la tarea de prepararme para profesor. Me dijeron de la posibilidad de que yo fuera, sin haberme graduado, a estudiar a Alemania, a formarme como profesor y hacer el doctorado. Siendo dirigente de la FEU, estudiante de Medicina, comencé a estudiar también el idioma alemán.

“La gente no entendía cómo yo estaba, cuando todos estudiaban inglés en la escuela de idiomas Lincoln, estudiando alemán.

 “Terminé mi carrera. Incluso, cuando se hacía un internado rotatorio o vertical, yo lo hice mixto, porque lo que se pretendía era que yo me dedicara a los venenos, la toxicología forense. Hice además un internado de seis meses en terapia intensiva y seis meses en medicina legal. Era para prepararme previo al viaje.

“Cuando terminé, pasé un curso de Ciencias Básicas Biomédicas de un año que se impartía a los que iban a ser profesores en esta materia, y aunque yo no iba a ser docente de esa asignatura, me estaban preparando para el campo toxicológico y para ser profesor de Medicina Legal”.

Hacia febrero de 1977, el doctor Jorge González Pérez viajó a Alemania a comenzar sus estudios de doctorado, sin saber que en el camino escogido le aguardaba más de una sorpresa.

“Cuando llegué allá, resulta que lo que habían planificado los que nos estaban mandando al doctorado era que hiciera Toxicología, pero esa era una especialidad de la Farmacología. Ahí me planté y dije que no. Yo estaba convencido de ser forense, ahora no me podían cambiar para que fuera farmacólogo. Entonces decidieron que hiciera una estancia de un año”, relata.

“Ese tiempo lo pasé en el Instituto de Medicina Legal de Berlín. Luego, se decidió que viniera para Cuba a hacer la especialidad de Medicina Legal y retornara después a continuar el doctorado. Vine a Cuba e hice mi especialidad de tres años. En el 82 regresé a Alemania, pero ya no a tiempo completo como estaba, sino con una estancia de dos meses, aproximadamente, de cada año, para hacer la tesis.

“Me mandaron para Leipzig, donde había un Instituto de Medicina Legal y Criminalística muy desarrollado, que tenía mucho campo en la toxicología. Ahí hice mi doctorado, del 82 al 86, para finalmente en 1987 defenderlo”, cuenta el profesor.

“Cuando regresé para Cuba, fui ubicado en el Departamento Docente de Medicina Legal de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, que en aquel entonces era el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, o sea, no tenía nombre de universidad. Ahí empecé en 1987.

“Yo me había vinculado, incluso durante todo ese tiempo que estaba haciendo el doctorado en Alemania, al Instituto de Medicina Legal, donde hacía labor asistencial. Ahí fui jefe del Departamento de Toxicología Forense y en 1988 pasé a ser el director del Instituto”.

Jorge González Pérez, Popi, se mantuvo durante 13 años al frente de esa institución. “Todo ese tiempo estuve trabajando en toxicología en el instituto y como profesor en la universidad, y tuve la oportunidad de trabajar en muchos casos importantes, criminalísticos, médico-legales de repercusión y alcance nacional e internacional”.

***

El año 1989 fue en la vida de Popi, si se pudiera decir, una especie de parteaguas.

Ese fue el momento –comenta– en que el país decidió hacer la repatriación de todos los cubanos que habían muerto en otras tierras del mundo cumpliendo misiones internacionalistas.

“Teníamos cementerios en Angola, en Etiopía, en Nicaragua… Cubanos enterrados en distintos países, como, por ejemplo, Mozambique… Yo fui parte de ese equipo que salió a buscar a los cubanos que estaban en varias partes del mundo.

“Inicialmente, hicimos una base de trabajo en Angola y desde ahí empezamos a buscar. A mí me tocó ir a Mozambique”.

Popi hilvana cuidadosamente estos recuerdos, que son un pedazo de la historia patria.

“En la misión militar que estaba en Luanda, había un cementerio donde estaban enterrados todos los cubanos. Hay una cosa que no es frecuente en el mundo, y es que un cementerio entero tú lo levantes. Nosotros llegamos e hicimos la exhumación de todos los muertos que estaban concentrados en Angola.

“Fuimos a Nicaragua, donde también había un cementerio en Managua, en un lugar llamado Serranía, e hicimos un levantamiento de todos los que estaban enterrados allí. También se fue a Eritrea. Entonces, el 7 de diciembre de 1989 se hizo realidad la Operación Tributo: rendir tributo a todos los cubanos que habían muerto cumpliendo misión en distintos países del mundo, después de un largo trabajo que comenzamos en abril del 89 y terminamos en diciembre de ese año”.

Cuenta el especialista que en ese tiempo exhumaron más de 2200 cubanos que estaban enterrados en Angola, Etiopía, Mozambique, Yemen, Argelia, Nicaragua, Venezuela…

“Donde quiera que había un cubano enterrado, que hubiera cumplido una misión nosotros los trajimos para Cuba”, afirma.

“En algunos casos estaban enterrados en cementerios de los lugares, que no eran cementerios nuestros, sino locales. Por ejemplo, a mí me tocó ir a Mozambique a buscar tres fallecidos. Aquello fue toda una odisea, pero que después me sirvió de base para el trabajo que tuve que hacer en Bolivia. Cuando fui a Mozambique a buscarlos tenía un plazo de una semana para exhumar los tres cubanos y regresar…Teóricamente era una cosa sencilla, pero aquello fue terrible.

“En la ley de ese país no existía la exhumación, ellos nada más tenían la posibilidad de inhumar. Recuerdo que hablo con el jefe de la misión cubana allí para ver cómo era la cosa; y hablo con el embajador cubano en este país, para decirle que nos habían dicho que no podíamos exhumar a los 3 cubanos que estaban allí. Ya la misión militar tenía identificadas las tumbas que estaban en el cementerio de Mozambique.

“Teníamos una semana para hacer el trabajo. El primer día ya lo había perdido en la cosa protocolar y tratando de ver con la gente de la cancillería. Aquello no caminaba.

“Entonces recuerdo que le digo al embajador: ‘Bueno mire, aquí hay tres alternativas. La primera es que usted hable con el presidente del país y le diga que aquí están los tres cubanos y que yo vengo llevármelos y usted gestione esto’.

“Me preguntó cuál era la otra. Le digo: ‘La segunda es que yo me meto por la madrugada en el cementerio y me robo los muertos, porque al final ellos dicen que los muertos no se pueden exhumar y que, además, no aparecen registrados en el registro civil, es decir no había constancia de ellos’.

“Me dice: ‘No, pero eso está un poco agresivo. Cuál es la otra’.

“La otra opción es que usted me ponga con el jefe de logística de la misión militar para que él me dé algún tipo de recurso y usted me deje que yo, por mi cuenta, resuelva el problema. Usted no se dé ni por enterado de lo que voy a hacer. No se preocupe. Yo lo que necesito es que me dé recursos y yo esto lo voy a resolver’.

“Fui para allá y dije a la gente de la cancillería: Tabaco y que no se den por enterados de que yo me voy a llevar los muertos’

“Así fue como hice la operación. Le pedí un camión a la misión militar. La gente a veces cree que las cosas hay que hacerlas de noche, clandestino. Yo entré a las tres de la tarde, me metí con el camión militar en el medio del cementerio y con un entierro andando y todo el mundo allí, con tremenda dignidad, llegué a donde estaban las tumbas de los cubanos. Empezamos a trabajar, a excavar y todo el mundo pasaba y la gente miraba. Nadie va a pensar que estamos haciendo nada ilegal.

“Cuando llegamos a donde estaba el entierro, hubo una sorpresa para mí. Estaban los cubanos enterrados en cajas de plomo y no había quien sacara esos ataúdes de allí. Había que buscar una grúa. Eso no estaba previsto. Yo cogí cincel y martillo, abrí las cajas, saqué los cuerpos de los cubanos, y me los llevé”, rememora.

“Creamos todas las condiciones para nosotros poder sacar los muertos del país, con tan buena suerte que había un grupo de cubanos que eran asesores de la Aduana de la República de Mozambique y había otro grupo de cubanos que eran asesores de inmigración y extranjería. Dije: ‘Esta parte no me toca a mí. Los cubanos que están allí son tan patriotas como yo, me tienen que cuadrar la caja para que yo me lleve los muertos por el aeropuerto y nadie se entere’. Así fue como se cumplió la tarea.

“Siempre le digo a la gente: ‘La tarea es la tarea, y por encima de la tarea no puede haber ningún obstáculo, así que para adelante’”.

Mozambique no fue la única experiencia sorpresiva. “También fuimos para Nicaragua. Era muy complicado, no se podía hacer públicamente la exhumación, aunque el cementerio era de nosotros. Eso estaba por arriba de un corredor aéreo. Teníamos que trabajar debajo de un enmascaramiento y que no hicieran fotos de que estábamos haciendo la exhumación.

“Con todos esos elementos logramos traer más de 2 200 cubanos que estaban en distintas partes del mundo. Nos sentimos orgullosos de que el 7 de diciembre de 1989 se les rindiese tributo… el Comandante en Jefe estuvo allí en el Cacahual.

“Sabíamos que algo que no se había podido cumplir en esa operación tributo era encontrar a la guerrilla del Che en Bolivia. ¿Por qué? Porque los bolivianos no nos daban permiso para entrar. Teníamos que esperar a ver qué pasaba”.

***

Fue en una mañana del mes de noviembre de 1995 que Popi escuchó por Haciendo Radio, un programa de la emisora Radio Rebelde, la noticia de que un general retirado de Bolivia había dicho que los restos del Che estaban enterrados en la pista aérea de Valle Grande.

“Eso lo dijo el general boliviano, se publicó en Bolivia, pero días después él le da una entrevista al periodista John Lee Anderson de EEUU, quien lo publica en The New York Times, y entonces se convirtió en un revuelo”, cuenta.

“Realmente no era noticia, porque ese general retirado que había declarado en el año 95 eso, lo había escrito en un libro en el año 87, a raíz del 20 aniversario de los acontecimientos de Bolivia, pero de poco alcance con solo 1000 ejemplares, por lo cual no tuvo trascendencia. Pero en el año 95 él lo dice y lo publica The New York Times. Yo, como buen cubano, me enteré ese día por la mañana por Haciendo Radio. Eso me hizo pensar que todavía lo teníamos pendiente. Cuando llegué a trabajar enseguida la gente en Medicina Legal, preguntaron si había escuchado.

“Interioricé que algo había en el ambiente con relación a los restos del Che y su guerrilla. Un ratico después me llama el ministro de Salud Pública, que, por demás, nunca en la vida me llamaba. Me dice: «Doctor, usted va a recibir una llamada y es necesario que se ponga en contacto con una persona… Me empieza a describir todo un ambiente, en el que me doy cuenta de que me está hablando del Comandante Ramiro Valdés.

“Le pregunto ‘para qué cosa es’ y me dice: ‘No le puedo explicar porque es una operación secreta’. Entonces pensé que, si esa noticia salió por la mañana, me llama el ministro que nunca me llama y me dice que tengo que ver al Comandante Ramiro quien nunca me había ido a ver… esto tiene que tener que ver con el Che”.

“Yo salí. Iba en mi polaquito, pensando. Nunca había hablado con Ramiro, lo había visto en muchas actividades del Ministerio del Interior, pero nunca había hablado con él en persona. Tú dices ‘esto puede ser para bien o puede ser para mal’. Pero pensé que para mal no podía ser porque no había hecho nada malo.

“Fui por el camino pensando y analizando, cinco kilómetros de pensamiento: ‘Si el me pregunta esto, yo le contesto aquello’… Yo iba preparando mi esquema, mi estrategia de entrevista con el Comandante. Cuando llegué, por supuesto la intriga: ‘Siéntate aquí y espera, espera, la secretaria’… Hasta que por fin lograron abrir la puerta y me pasaron a su oficina.

“El Comandante Ramiro siempre impresiona. Recuerdo que estaba con una camisa de cuadros azules y rojos, un pantalón pitusa, unas botas militares y el pitusa metido por dentro de las botas militares. Al lado veo a un compañero vestido de general que yo sí lo conocía.

“Cuando entro me dice: ‘Oye, Popi, te mandamos a buscar’. Y digo: ‘Oh, ya estoy investigado, porque si este sabe que me dicen Popi, eso es que ya me investigaron’.

—Dígame Comandante.

—No sé si estás al tanto de la situación

“Eso es una pregunta peligrosa. Cuando un jefe te dice eso tienes dos opciones. Si dices que sí, él cree que tú sabes lo mismo que él sabe, y por supuesto, nunca vas a saber lo mismo. Y si le dices que no, pues pensará: ‘este no está al tanto de lo que pasa y de lo que dicen en Radio Rebelde’.

“Como lo vi que estaba ansioso, le dije: ‘Bueno, Comandante…’ Y ahí lo dejé. Ni sí, ni no.

“Ahí empezó: ‘Llamé a la embajadora a Bolivia’… Comenzó a explicar cosas que por supuesto eran más que lo que estaba saliendo en la radio. Yo estaba esperando la pregunta clave, hasta que me la hace: ‘Qué es lo que hay que hacer en este caso’.

“Le digo: ‘Bueno Comandante, aquí lo que tenemos que buscar las fichas de identificación’. Me miró. Y repitió: ‘¿Las fichas de identificación?’ Pensé que, si él fue ministro del interior dos veces, ha trabajado casos, he hecho informes para él… tiene que saber.

“—Comandante, los documentos donde esté reflejada la tetralogía identificativa.

—¿Tetralogía identificativa?», repitió.

—Comandante, tetra es cuatro, logía es estudio tratado de edad, el sexo, la raza y la estatura, los cuatro elementos básicos y después todos los demás elementos.

“Estaba convencido de que, en ese tiempo, 28 años, a alguien le habían dado la tarea de elaborar las fichas. El Comandante de la Revolución se viró para el general que representaba al ministerio del Interior y preguntó: ¿La ficha?

“En otras condiciones este general se vira a un coronel y le dice: ¿La ficha? Y ese coronel se vira para un teniente coronel y le dice: La ficha. Y por ahí para allá una cadena…El general se puso nervioso y como no había más nadie, se viró hacia mí y me dijo: ¿Y la ficha? Digo: ‘No, si yo llegué ahora mismo, cómo me van a preguntar a mí por la ficha. Yo no tengo nada que ver con la ficha’.  Entonces el Comandante dijo: Tranquilo. Esto lo vamos a resolver”.

“Pensé: ‘Yo sabía, seguro que él ahora hace una llamada, pide una clave…JK2847, y pam, abren un archivo y ahí están guardadas todas las fichas’. Entonces dice: Oye Popi, encárgate tú de hacer la ficha y además tienes 72 horas para hacerlo. No solo me dio la tarea, sino que me puso 72 horas para eso, algo que no habíamos hecho en 28 años”, rememora.

“Pero esa es la grandeza que tiene la Revolución. Nosotros salimos para la calle con todo lo que nos dijeron. En 68 horas elaboramos la ficha de los 15 guerrilleros, por supuesto eso fue un maratón”.

“Pedí permiso para hacer grupos de trabajo, yo solo con el general no podía. Al final éramos 10 peritos en la calle buscando la información.

“Me tocó hacer dúo con el general. Una vez llegamos en el Cerro a una casa. Comenzamos a tocar. No me abrían la puerta. Después me di cuenta que era la 1:30 am de un sábado para domingo, porque estaba la segunda película del sábado. Para mí eran como las tres de la tarde. Abrió la puerta una mujer asustada. Por supuesto, yo vestido de bata blanca con mangas largas, director de medicina legal. Le dije: Buenas noches. Yo soy el doctor Jorge González, director del Instituto de Medicina Legal.

“Te imaginas que a la 1 y media de la mañana, te toquen la puerta de tu casa, un tipo vestido de guardia al lado, el otro que te dice que es el director de Medicina Legal… Eso huele a muerto. Entonces cuando la mujer nos ve, empieza a preguntar: ¿Qué pasó? Yo intentaba explicarle y ella seguía: ¿Dónde está? Yo sabía, es que el corría mucho, pero además ingería bebidas alcohólicas, manejaba borracho. Dónde está mi hijo.

“— Yo no sé dónde está su hijo. Yo no vengo aquí por su hijo.

“Me imagino que aquella mujer se debe haber traumatizado porque que, luego de 28 años, a la 1 y media de la mañana, es que te vengan a hacer una pregunta… Esa mujer debe haber dicho: ‘¿Y no hubo un lunes por la tarde, un martes por la mañana, en 28 años no nos pudieron citar de un día para otro, no se pudieron planificar? Estos tipos vienen a la 1 y media de la mañana a preguntarme a mí esas cosas’…

“Le explicamos que veníamos para que nos hablara de su esposo Tuma, que íbamos a buscar elementos de identidad. Ella se recuperó y, efectivamente, la conversación fue muy fluida. Logró explicarnos y decirnos detalles importantes, incluso sobre una lesión en el codo que fue fundamental cuando encontramos sus restos para poder hacer la identificación. Así se hizo con todas las familias.

“En solo 68 horas logramos hacer las 15 fichas de identificación. Fuimos y se las entregamos al Comandante Ramiro. 

“Después de aquello me acuerdo que mi tarea era salir para Bolivia. Empecé a prepararme: características, geografía, la historia de la guerrilla, el diario del Che…  Pero de pronto me dicen que vaya para casa de Adis y Froilán -después de 68 horas sin dormir- ‘para que te expliquen los enterramientos en Bolivia’. Y yo pensando: ‘Caballero, pero si yo lo que voy es a identificar’.

“Pero los jefes siempre tienen una visión mayor que tú. Me dijeron que me preparara también para ver los entierros dónde están.

“Me acuerdo que me senté en un sillón sin dormir, loco, desesperado. Adis y Froilán que habían estado cuatro años en Bolivia pretendían que yo en una madrugada me metiera en la cabeza los cuatros años que habían estado allí. Hablan y hablan… y yo dándome sillón para no quedarme dormido, casi poniéndome unos palitos de tendedera en los ojos para mantenerlos abiertos hasta que ellos terminaron de explicarme todo, pero casi todo lo que me hablaban me rebotaba. Yo no sé qué cantidad pude haber captado de lo que me dijeron, pero además no estaba motivado por saber qué era lo que me decían porque pensaba: ‘lo mío es identificar, la ficha, no la búsqueda’”, señala Popi.

Luego de esos pasos la orden que le dan al doctor Jorge González es marcharse a Bolivia de inmediato.

“Íbamos a ir un equipo multidisciplinario, que ya estaba preparado, pero me dicen que yo soy la avanzada. Ahí empieza la primera confusión porque me mandan por México. Dije: ‘Estoy perdido en geografía. Si Bolivia queda para el sur, por qué me mandan para el norte’.

“Me dicen que es para despistar al enemigo, para que no vaya a sospechar. Yo arranqué para México y de México tenía que seguir para Bolivia. Era México, Panamá, Perú y de ahí a Bolivia. Me eché dos días, 72 horas casi sin dormir, más después…las que me tocaron.

“Para colmo me dicen: ‘Si montas en avión de Cubana comes, si no, no comes’. Además yo tenía un maletín donde tenía todas las fichas de identificación, el molde de la dentadura del Che, los cabellos del Che…toda una serie de cosas esenciales para la misión.

“Me habían dicho que tratara de no llamar la atención, que tuviera bajo perfil. Lo peor que te pueden decir en la vida es que no llames la atención porque entonces empiezas hasta a caminar diferente. Para no llamar la atención, llamas más la atención.

“La gente se monta en un avión y pone el maletín en el portaequipajes. Si va al baño, deja el maletín. Yo no, estaba con el maletín arriba de las piernas. Nada más que me tocó el avión de Cubana por la tarde, de ahí para adelante ya no comí más. Me metí dos días de camino sin poder comer. Incluso eso es una información adelantada, porque cuando la gente puede ser mula de drogas una de las cosas es que no coma…

“Al final todo lo que yo hacía era al revés…era llamar la atención constantemente. Yo tenía que estar en lugares públicos, no me movía para lugares donde estuviera solo, además como tuve que estar toda la madrugada en Perú, la pasé caminando, porque si me sentaba me quedaba dormido. Tenía miedo de que me quitaran el maletín. Me pasé haciendo infantería todo el aeropuerto… Me imagino que los tipos de las cámaras dirían: ‘Este tipo es esquizofrénico, tiene algún problema psiquiátrico’. Lo único que hacía era camina pa aquí y camina pa allá.

“Le digo a la gente que yo soy el único cubano que no ha tomado café, pero lo ha inhalado. Yo pasaba por delante de la cafetera e inhalaba café para mantenerme despierto porque no podía ir al baño, ni tomar líquidos, ni nada… Hasta que finalmente llegué a Bolivia”.

***

Popi cuenta que llegó a Bolivia adelantado. Habían mandado a un emisario boliviano y que iba antes que él, con el propósito de alistar su llegada a Bolivia para oficializarla. “Pero él llegó con un no papper, o sea, un documento que nunca existió, donde decía que yo iba y la misión que tenía, pero cuando llegué todavía no había instrucciones y por tanto, me tuve que quedar en la embajada, esperando ahí a ver qué pasaba.

“Así estuve como una semana aproximadamente. Cuando llegué yo era quien le decía a la embajadora las instrucciones porque venía de Cuba y traía la última noticia, pero cuando pasaban los días ella era la que recibía las noticias de Cuba y yo tenía que enterarme por ella de cuáles eran las instrucciones…

“Recuerdo que la embajadora se sentaba conmigo… y me recordaba al Papa, que siempre está en un asiento más alto. Yo la veía allá arriba y yo aquí abajo. Entonces miraba a todos lados y me decía: ‘Dicen de Cuba’ y se ponía la mano en la boca y pspspspsps. La primera vez le dije: ‘¿Cómo?’. Y ella me decía: ‘Que dicen de Cuba’… y hablaba con la mano en la boca para que no se oyera. La técnica era que podía haber grabación del enemigo en la oficina.

“Después se le ocurrió salir para la calle a trotar y yo a 4 000 metros de altura reventao. Ella con mono deportivo y yo con la ropa que llevaba en botas, trotando con una falta de aire total, con la cabeza jorobada para tratar de mirar la boca porque no entendía nada.  Al final, lo que te puedo decir es que nunca me enteré de lo que decían de Cuba. Pero yo les digo a los estudiantes y a la gente cuando converso de esas vivencias… ‘Si dicen de Cuba, ¿quién decía de Cuba?: La Revolución’.

“Por eso decía que sí a la embajadora. La incondicionalidad es así. A mí qué más me daba lo que dijera, si yo sabía a lo que fui. Pensaba: ‘Yo sé cuál es mi tarea y ya lo que tengo que esperar es la concreta’.

“Después de una semana es que fui para Valle Grande. A veces la gente piensa en ‘la tarea’ de manera romántica, pero la tarea romántica tiene una bola de problemas”, afirma.

(Continuará…)

Palabras clave: historia, anécdotas, salud pública,

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